¿Cómo hubiera sido un final diferente en "El viejo y La Niña"?


Esta obra fue escrita por Leandro Fernández de Moratín en el año 1786, pero no fue publicada hasta 1790. En ella se plantea el problema de los casamientos desiguales en edad, un problema muy usual pero a la vez muy grave que sucedía en estos años. Además se critica de una manera muy firme las imposiciones matrimoniales, conduciendo casi de forma necesaria al fracaso vital. 
Moratín tenía como propósito condenar una unión que no debía haberse efectuado, no sólo por la desigualdad en la edad de los cónyuges, sino sobre todo por el interés y el engaño con que fue establecido.
De cualquiera de los modos, la historia trata sobre una joven, llamada Isabel, que es casada con un anciano cuyo nombre no me quiero acordar, como diría nuestro flamante escritor Cervantes, pero que en este caso sí es de recordar. Don Roque, ese es el nombre con el que se conoce al marido de la joven. Este matrimonio fue contraído por imposiciones ajenas, en el cual la chica no siente amor ni ningún tipo de atracción por él. 
 Para colmo, la muchacha moría por estar con Don Juan, otro joven de una Edad parecida a Isabel. Por desgracia su valedor la engaña.
Más tarde, cuando reaparece el muchacho Don Juan, ella no puede corresponder a su amor porque de por medio está el deber matrimonial, teniendo que aceptarlo su mandato, lo que supone una frustración para ella, y por tanto la entrada de un elemento trágico en su vida. 
Finalmente, se da un desenlace muy conmovedor, pues don Juan marcha a las Indias e Isabel ingresa en un convento.

Ahora, supongamos que el final es totalmente diferente. 
Doña Isabel, tras varios intentos, escapa con el joven muchacho sin dejar rastro alguno de al lugar al que ha podido partir, infringiendo, de esta manera, el deber conyugal. Pero antes de esto, asesina a su marido arrojando unas gotas de veneno en el vaso de agua que solía tener don Roque en su mesilla de noche, provocando un gran revuelo en la ciudad en la que habita. 

Este tipo de desenlace sería imposible de pensar por aquellos tiempos, pero... ¿Y si el final hubiera tomado esta forma? ¿Le podría haber causado un problema grave al escritor Moratín? ¿Lo hubieran acusado de incitar al adulterio? ¿Hubieran dejado publicar la obra? ¿Abriría los ojos de los ciudadanos y llevarían a cabo una rebelión contra este tipo de injusticias?
Desgraciadamente, no sabemos cuál podría haber sido la conclusión de estas preguntas. Lo único cierto es que doña Isabel vivió el resto de su vida con un sabor amargo, un colofón no recomendado para nadie.







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